31/3/10

A los defensores de la lectura

Me gusta leer. Me gustaría poder decir "leo mucho", sin embargo debo reconocer que "leía mucho". Antes, cuando era adolescente, por varias razones. Tenía más tiempo, tenía acceso libre a la muy fornida biblioteca paternal, no tenía hijos, no trabajaba, etc...

Sin embargo, me sorprende mucho que hoy, en mis ratos libres, muchas veces leer no sea una de mis prioridades: muchas veces me meto a internet o empiezo a estudiar o investigar asuntos tecnológicos. Pero sin embargo, me gusta leer. Cuando agarro un libro, me cuesta dejarlo, al menos que sea muy malo. Y soy lo que llaman "buen lector"... ¿Entonces? Por qué leer no es parte de mis prioridades a la hora de escoger una diversión?

Hedonismo y epicureísmo

Analizándolo muy fríamente, reconozco que, el esfuerzo mental que tengo que hacer para meterme al computador es casi nulo. Pasarse de sitio en sitio en internet tiene algo de hedonista, siento siempre que la sorpresa estará a la vuelta de la siguiente página, mi sed de novedad encuentra su saciedad por este medio, y el esfuerzo necesario para alcanzarla es casi nulo, o sea se resume en abrir unas pestañas del Firefox...

En cambio, me doy cuenta de que cuando me tomé el trabajo de elegir un buen libro, de entrar en su trama y de leerlo en forma activa y receptora, encuentro otro tipo de placer: si bien sigo experimentando la sensación de que la sorpresa estará siempre a la vuelta de la siguiente página (igual que al hacer click en un link en internet), el placer es más calmado, más tranquilo, más duradero... más epicúreo.

Generalmente, después de algunas horas navegando por internet, quedo con una sensación de agotamiento mental: muchas señales recibidas, muchas esperanzas de novedad, pero muchas decepciones también. Poco contenido consistente, casi nada de hilo conductor. En cambio, después de leer un buen libro, quedo completamente sereno: con la sensación de haber comunicado con el autor, de haber compartido las emociones, las ideas, los conceptos que él quiso escribir.

A los defensores de la lectura
Todo lo anterior es una recopilación de conceptos que deben de ser obvios para todos. Sin embargo, me parece importante recordar a los defensores de la lectura, estos seres que se lamentan que la gente ya no lea, y que culpan a la tele, a Hollywood, a internet, a la Playstation, a las drogas, y qué sé más, que en el fondo, en la lectura, busco placer. Ya sea un placer emocional si leo una novela de aventuras, un placer intelectual si leo un ensayo filosófico, pero siempre me atrae la actividad de leer, porque sé que encontraré no sólo un placer, sino que un placer de índole superior, duradero. Diría que leer es una actividad epicúrea, mientras que la mayoría de las diversiones modernas son hedonistas, al igual que ir a pasear con tu familia un fin de semana es una actividad epicúrea, mientras que salir a bailar con los amigos es un placer más bien hedonista.

Entonces ¿a los defensores de los libros se le ocurre decirles a sus amigos "anda a la montaña con tu mujer y tus hijos en vez de salir a chupar como orilla de mar"? Creo que no, o si lo hacen, no deben tener muchos amigos o lo deben pasar bien mal en sus veladas... por lo tanto ¿cuál es el punto en tratar de convencer a la gente que lea? No se les puede obligar a experimentar placeres epicúreos a los que sólo se complacen en lo hedonista. Sólo disfrutemos, nosotros los lectores, que por lo tanto estamos más inclinados hacia lo epicúreo, de esta actividad que más nos llena. Y esperemos que nuestros libros vivan para siempre. Y que siempre sepamos volver a ellos.

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